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 La acidificación de los océanos es una de las principales amenazas del ecosistema marino, por lo que Naciones Unidas ha decidido impulsar el desarrollo de nuevos métodos de tecnología nuclear para combatir este problema.

El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha reunido esta semana en Viena, con motivo de su 57 conferencia general, a científicos de todo mundo para analizar los más recientes avances en sus investigaciones sobre esta -hasta ahora- casi desconocida amenaza.
Entre los instrumentos para luchar contra la acidificación, causada por el aumento de la concentración de dióxido de carbono (CO2) en el agua, los científicos proponen el uso de isótopos radiactivos para diagnosticar mejor la situación.
“Con los isótopos de Boro y otras tecnologías somos capaces de marcar sedimentos para saber y conocer datos de los esqueletos de coral”, explicó a Efe David Osborn, director de los laboratorios medioambientales del OIEA en Mónaco.
Según Osborn, esta técnica permite saber lo que ocurrió con estos organismos del océano en el pasado, algo que es útil para “predecir qué podría suceder en el futuro”.
“Gracias a la tecnología nuclear ahora sabemos que todas las aguas, en todas las latitudes, se han vuelto más ácidas y contienen niveles diferentes de saturación de calcio”, recalcó.
El científico indicó que cuando el dióxido de carbono se disuelve en el agua provoca que el pH marino descienda, por lo que las aguas del mar se vuelven más ácidas.
En estas condiciones desciende la saturación de polimorfos del carbonato cálcico que especies como los moluscos, los crustáceos o los corales necesitan para su esqueleto.
El resultado es que muchas especies, especialmente las que necesitan grandes cantidades de calcio cuando todavía son muy jóvenes, corren el riesgo de no poder adaptarse.
Al estar esos animales muy arriba de la cadena trófica, cualquier descenso en su población puede afectar a todo el ecosistema marino.
Pese a los estudios sobre la acidificación, los expertos aún no son capaces de ofrecer soluciones prácticas a medio o largo plazo.
“La acidificación de los océanos es un asunto todavía desconocido para muchos científicos. Sabemos qué la provoca y el porqué, pero todavía no sabemos cómo va a evolucionar”, admitió Osborn.
Problema “invisible”
Y en medio de esta amenaza, los investigadores afrontan el “carácter invisible” de la acidificación que, de alguna manera, impide que la sociedad tome conciencia de la magnitud del problema.
“La gente se moviliza ante un incendio por que ven el fuego, lo sienten. Eso les impacta. Pero no se movilizan contra la contaminación del mar”, criticó Fréderic Briand, director de la Comisión Científica del Mediterráneo (CIESM) en Mónaco.
“Muy pocos gobiernos han mostrado interés en combatir la acidificación”, advirtió el experto francés.
De acuerdo a los datos disponibles, el crecimiento de la acidificación desde la época de la industrialización (siglo XIX) hasta hoy es la más alta en los últimos 800,000 años.
“Esto puede llegar a provocar trastornos masivos en las redes tróficas y en los recursos que los humanos tomamos del mar, pero parece que nadie se da cuenta”, advirtió Briand.
Ante esa pasividad, Briand lanzó una clara advertencia de las consecuencias de no hacer nada en medio.
“Nos encontramos ante un proceso que ha crecido muy rápidamente y debemos hacerle frente sabiendo que los sistemas marinos son complejos, que la ciencia del mar está muy fragmentada, mientras los científicos marinos suelen actuar de forma aislada”, advirtió.
EFE

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