Wu Yajun, empresaria de 49 años, es, con 6.200 millones de dólares (4.680 millones de euros), la quinta fortuna de China, según la revista Forbes. El espectacular despegue económico experimentado por China en las tres últimas décadas ha permitido a muchas intrépidas enriquecerse —hay bastantes más mujeres empresarias de éxito que en política—, pero también ha provocado una regresión hacia los abusos que se practicaban antes de la fundación de la República Popular en 1949, como la prostitución forzosa, la compraventa de niñas y adolescentes y los matrimonios obligados.
A estas prácticas odiosas ha contribuido en parte la política del hijo único, impuesta en 1979, que ha ocasionado un fuerte desequilibrio de sexos al abortarse millones de fetos femeninos por la tradición china de preferencia de hijos varones. En consecuencia, en la actualidad hay 23,15 millones de varones más que mujeres en edad de matrimonio, según la Comisión Nacional de Población y Planificación familiar.
Frente a este grave desequilibrio de género, cuyas consecuencias pueden ser desestabilizadoras para el país, la Federación de Mujeres comenzó en 2003, con evidente retraso, una campaña de cuidados a la niña para “erradicar la discriminación de género desde el embarazo e inculcar la igualdad desde la infancia”
En la liberación de las chinas jugó un papel fundamental la La Ley de Matrimonio de 1950. La última ley al respecto data de 2001 y, aunque es considerada una victoria de las activistas y organizaciones de mujeres al prohibir “la bigamia, la convivencia del cónyuge con otra persona, y la violencia familiar, el maltrato y abandono entre los miembros de la familia”, su principal fallo es que no hay voluntad de cumplirla. Empresarios, funcionarios y altos mandos del Partido Comunista Chino miden su “éxito” en el número de amantes que mantienen.
Además, el último informe de la Federación de Mujeres de China revela un significativo retroceso en los índices de igualdad de género en el mercado laboral. Si en la década de los noventa los sueldos de las mujeres en las ciudades equivalían al 77,5% del de los hombres, en 2010 se habían reducido al 67,3%. En el campo, la brecha se ha hecho mucho mayor y ha pasado del 79% al 56%.
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