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“Si los escritores hacen la literatura nacional, lostraductores hacen la literatura universal”. Esta cita deSaramago, que Miguel Sáenz ha utilizado en su discurso de ingreso en la RAE, sirve de perfecto resumen de lo que el nuevo sillón “b” de la Academia ha querido trasmitir con sus palabras.

Y es que como el mismo Sáenz ha explicado, latraducción es, junto con la prostitución, el trabajo más antiguo del mundo, aunque está peor pagado. Incluso hay gente que no duda en atacar a la noble profesiónde traductor estableciendo nexos de unión entre ambas labores, ya que las dos suponen hacer por dinero lo que debería hacerse por amor.
Estas dosis de humor sobre su propio trabajo no han faltado en “Servidumbre y grandeza de la traducción”. El discurso (muy inspirado en Ortega y Gasset) del nuevo académico ha significado un recorrido por la historiade los traductores, que durante siglos estuvieron denostados por todos los intelectuales de la literatura española. Incluso el propio Cervantes les atacó sin piedad desde varios pasajes del Quijote. De hecho, no es hasta 1611 cuando la palabra traductor, se comienza a utilizar como tal en nuestra lengua.
Un punto de inflexión muy influido por la gran labor de la Escuela de traductores de Toledo, que durante todo el siglo XVII, y gracias a su trabajo en la transmisión de la cultura árabe a la Europa Occidental, consiguen que estos profesionales comiencen a ser bien vistos en todo el país.
Sin embargo tendrá que pasar mucho tiempo para que Johann Wolfgang Von Goethe (1749-1832) vuelva a alzar la voz para declarar en público que la traducción es una de las ocupaciones más dignas e importantes del intercambio mundial.
Gracias por abrir las puertas de esta casa a quien no es en definitiva más que un pobre, aunque orgulloso traductor
Pero Miguel Sáenz no ha acudido sólo a la historia para su discurso, también ha recurrido a su propia biografía, en la que ha desarrollado su trabajo como traductor en la ONU, donde muchos exiliados españoles ayudaron a traducir al español textos de todos los rincones del mundo y donde aprendió que nuestro idioma no es únicamente propiedad de España, sino de otros 22 países. Por supuesto tampoco ha querido olvidarse de su labor de profesor de Teoría de la traducción, donde enseña a sus alumnos las palabras de teóricos y autores que han dedicado sus textos y su vida a elogiar y ensalzar la función de los traductores.
Palabras como las de Walter Benjamin, que considera que una obra literaria es la propia obra más sus traducciones a los distintos idiomas. Todas equivalentes y ninguna superior a las demás. O como las Günter Grass, que no duda en calificar a los traductores de sus propias obras como su familia ampliada.
En su alocución final, Sáenz ha hecho un llamamiento a los traductores de ambos lados del Atlántico "para que respeten a sus colegas, es decir, para que se respeten a sí mismos", y ha animado a la profesión a hacer "un acto de contrición" para no criticar una u otra traducción por su nacionalidad, pues ésta no es "la que determina su calidad". "El traductor literario, hoy, sigue teniendo en todas partes un serio problema de identidad. No se siente reconocido", ha concluido, aunque ha advertido del riesgo de que el desarrollo de la tecnología propicie que, un día, también el autor original "sea un completo desconocido" y que no haya "escritores, sino textos".
Por todo ello Miguel Sáenz no ha dudado en terminar su discurso con un sinceroagradecimiento a la Real Academia Española por “abrir las puertas de esta casa a quien no es en definitiva más que un pobre, aunque orgulloso traductor”.

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