Duelos, separaciones, muertes y largas enfermedades son situaciones límite que hay que aprender a enfrentar.
¿Cómo seguir adelante a pesar de las pérdidas?
El duelo es un proceso que comienza a transitarse a partir de haber vivido una pérdida, elaborarlo implica adaptarse a la nueva situación, luego de soportar frustración, bronca y tristeza. Es la respuesta normal a un suceso que hace doler todo el cuerpo. En este contexto se puede incluir una separación, mudarse a otro país, dejar la casa parental, una muerte. Es un corte en la rutina diaria que marcará un antes y un después.
La duración y la intensidad dependerán de muchos factores. Focalizando en la muerte de un ser querido, se pueden señalar, que sea algo repentino, esperado y violento. Tipo de vínculo que se mantenía: de conflicto, de dependencia, de ambigüedad. La edad: no será lo mismo la pérdida de una persona joven que la de un adulto mayor.
La duración será variable para cada persona, aunque se puede establecer un parámetro de entre 1 a 3 años, siempre será acorde a la intensidad y a la capacidad de afrontamiento de cada individuo. Cuando se sienta renacer las energías para volcarlas en nuevos proyectos de vida dejando de vivir en el pasado, habrá finalizado el duelo.
Se suelen identificar distintas etapas en este proceso:
Negación: hay confusión y parálisis, incredulidad ante el hecho.
Regresión: comienza la conexión con la realidad y el dolor profundo.
Furia: hay enojo con todos y cualquiera. Se piensa que alguien debería hacerse responsable por lo sucedido.
Culpa: invariablemente aparecerá en algún momento, a modo de defensa ante la impotencia por lo que no atinamos a hacer para evitar esa pérdida.
Desolación: es la etapa de la verdadera tristeza. Se confirma lo irreversible, no hay nada que se pueda hacer y hay conexión con los vacíos internos.
Aceptación: se produce la diferenciación y la interiorización que permitirán aceptar la posibilidad de seguir adelante, a pesar de la cicatriz que quedará para siempre pero que ya no duele.
La comunicación a los niños y adolescentes
No hay una receta única para comunicar a los niños la muerte de una persona querida. Cuando ocurre, se debería poder apelar al sentido común y pensar que a ellos les afecta tanto como a los adultos, con lo cual ocultarlo, negarlo, mentir ó disfrazarlo, creará desconfianza y confusión. No tener miedo a las palabras. Dado que deberán enfrentarse de cualquier modo a esta situación, es conveniente hablar con palabras sencillas y directas, dejándoles muy en claro que no han tenido nada que ver alejándolos de un posible sentimiento de culpa.
Si no se utiliza una comunicación honesta, los niños buscarán sus propias respuestas que están por encima de su capacidad de comprender. Es especialmente importante que se disipe el pensamiento mágico respecto a la muerte ó cualquier otra situación traumática.
Cada uno a su edad logrará interpretar a su modo el mensaje y lo tramitará de forma diferente. Participar de los diferentes homenajes será una manera más de integrarlo a las emociones que embargan a todo el entorno, compartiendo la tristeza y desconsuelo con sus afectos cercanos. Algunos habrán tenido oportunidad de tener una experiencia parecida con sus mascotas ó amistades. Otros se habrán anoticiado con las informaciones diarias de los medios de comunicación. Esto hará más comprensible aunque no menos oloroso la vivencia en casa.
Los niños y adolescentes manifiestan de distintas formas su dolor, acompañarse entre todos es la mejor manera de transitar el proceso de duelo, mostrándoles que es natural sentirse tristes, que a los grandes también les parece injusto y que da bronca. Compartir estos sentimientos los reconfortará, al mismo tiempo se les estará brindando seguridad y fortaleza para continuar apostando a la vida.
Sugerencias que pueden ayudar en el proceso de recuperación:
Evitar el silencio y encerrarse en sí mismo. No te encierres con tu dolor. Cualquier sentimiento que tengas es válido y es saludable expresarlo. Busca familiares, amigos y seres queridos; te sentirás más fuerte con una red de apoyo y cariño.
Puedes darte algún tiempo solo pero recordá que hay una diferencia entre sucumbir en la soledad y tener un tiempo de privacidad.
Ayudar a otros. Cuando te sientas un poco mejor como para compartir tu historia con otros, podrás constituirte en un apoyo para personas que atraviesan una situación similar, participando en grupos de apoyo ó armando uno propio.
Buscar ayuda especializada. Es probable que sientas que no podés salir adelante sola, o que tu proceso de recuperación no avanza, o pienses que nadie te comprende. Hay personas especializadas que pueden ayudarte a superar este momento.
Fuente: Lic. Débora Bottwin - Fundación Buenos Aires
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