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Kurú (Guayana francesa) - El satélite GAIA, el telescopio más complejo de la historia de Europa, despegó ayer con éxito a bordo de una lanzadera rusa Soyuz desde el Centro Espacial Europeo de Kurú, en la Guayana francesa, con la misión de censar mil millones de estrellas y forjar un mapa en 3D de la Vía Láctea.

Ese satélite de la Agencia Espacial Europea (ESA), que ha tardado 20 años en desarrollarse gracias a un presupuesto de unos 1,000 millones de euros ($1.4 mil millones) ayudará a comprender el origen y la evolución de nuestra galaxia a través de un catálogo del uno por ciento de sus astros.
El parasol de GAIA, una estructura circular de fabricación española y 10 metros de diámetro que garantizará unas condiciones de observación óptimas, a una temperatura estable y baja (-170 Centigrado) en la que operará el satélite, de algo más de dos toneladas de peso.
"Ha salido de libro. Parecía que estábamos copiando el plan. Si todo sale tan bien, se podrá ahorrar combustible y prolongar la vida de la misión", comentó a Efe visiblemente emocionado el máximo responsable de Exploración Científica y Robótica de la ESA, lvaro Giménez, a pocos metros de la sala de control de Kurú.

A partir de ahora, el telescopio continuará viajando durante cerca de un mes hasta una órbita situada a 1.5 millones de kilómetros de la Tierra en uno de los llamados puntos de Lagrange, que proporciona un emplazamiento estable e idóneo para las observaciones que efectuará el satélite.
Allí GAIA comenzará a escudriñar la galaxia con dos telescopios con un plano focal combinado, diez espejos redondeados, un fotómetro, un espectrómetro y un astrómetro que le conceden una precisión que le permitiría ver nítidamente desde la Luna un escarabajo que caminase por la Tierra.
Esa tecnología, basada en carbono de silicio, se empleará para cartografiar la Vía Láctea en tres dimensiones y elaborar un censo de unas mil millones de estrellas, el uno por ciento de las que pueblan nuestra galaxia, observando alrededor de setenta veces cada astro durante cinco años de vida útil.
De esa forma, el satélite podrá determinar sus brillos, velocidades y posiciones, incluyendo la distancia que las separa de la Tierra, un cálculo imposible de realizar con precisión desde la superficie del globo.

Verá todo lo que se mueva
Los científicos esperan también que el satélite descubra otros millones de objetos celestes, como planetas situados fuera del sistema solar, estrellas fallidas (enanas marrones) o asteroides.
"Vamos a ver todo lo que se mueva", resume Giménez, que espera tener un primer catálogo provisional dentro de dos años y uno de alta precisión dentro de una década, para gozo de los astrofísicos y astrónomos de todo el planeta.
Además, las mediciones de GAIA servirán para ratificar la Teoría General de la Relatividad, enunciada por Albert Einstein, pues las fotografías que envíe el satélite reflejarán las curvas del efecto de la gravedad, como predijo el premio Nobel hace más de un siglo.
Dentro de unos cuatro meses, superadas todas las adaptaciones técnicas, el GAIA empezará a enviar información válida a la Tierra, que será recuperada por las radioantenas de 35 metros de diámetro de Cebreros (España) y New Norcia (Australia) y procesada por computadoras capaces de realizar seis billones de operaciones por segundo.
El procesado de información es colosal porque los datos que enviará el satélite equivaldrían a 2,000 años seguidos escuchando música o la información que puede almacenarse en unos 250,000 DVD.
La primera versión de su catálogo celestial estará disponible dentro de dos años, pero habrá que esperar cerca de una década para disponer de la versión con la precisión definitiva.
GAIA aportará 10,000 veces más información que su antecesor, el satélite Hipparcos, que se lanzó en 1989 y cartografió 100,000 estrellas.
"Hipparcos podía ver con nitidez una moneda de un euro a tres kilómetros de distancia. El GAIA podrá ver esa moneda de un euro desde la Tierra a la Luna", explicó Giménez.
La misión GAIA es la continuación del sueño de Galileo, que ya en el 129 a.C. elaboró un catálogo de unas mil estrellas de la Vía Láctea para intentar comprender mejor "ese oscuro laberinto" que es nuestra galaxia.


 Javier Albisu (EFE)

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